La historia de las pruebas microbianas se remonta a finales del siglo XIX, durante el floreciente campo de la microbiología. Científicos pioneros como Louis Pasteur, Julius Petri y Robert Koch sentaron las bases para comprender el papel de los microorganismos en la salud y la enfermedad. A principios del siglo XX, a medida que la industria farmacéutica comenzó a crecer y la producción de medicamentos se volvió más compleja, se hizo evidente la necesidad de métodos confiables para detectar la contaminación microbiana en los productos, incluida el agua.


Las primeras pruebas de enumeración de la carga biológica se basaron principalmente en técnicas de observación directa y cultivo. No fue hasta mediados del siglo XX que se desarrollaron métodos estandarizados para cuantificar los microorganismos en el agua, lo que llevó al establecimiento de las primeras directrices de la farmacopea. En los Estados Unidos, la Farmacopea de los Estados Unidos (USP) comenzó a describir los límites microbianos aceptables y los métodos de prueba para los productos farmacéuticos, enfatizando la importancia del control de calidad en el agua utilizada para la fabricación.

Conteo de placas

El conteo directo en placa consiste en recolectar muestras de agua, cultivarlas en un laboratorio y contar las colonias que se forman durante varios días. Si bien estas técnicas han sido una práctica estándar, tienen limitaciones significativas:

  • Requiere mucho tiempo: El recuento de placas es un proceso laborioso que suele requerir de 5 a 7 días para producir resultados.


  • Subjetivo: La numeración de las colonias puede ser subjetiva y propensa a errores humanos debido al conteo manual y las variaciones en las condiciones de incubación.


  • Sensibilidad y especificidad limitadas: El recuento de placas puede no ser lo suficientemente sensible como para detectar niveles bajos de contaminación. Además, el conteo de placas proporciona solo una instantánea de los niveles de contaminación en un momento específico, en lugar de una vista continua de la calidad del agua.

Filtración por membrana

La filtración por membrana se hizo popular a mediados del siglo XX, particularmente para analizar grandes volúmenes de agua. En esta técnica, las muestras de agua se pasan a través de un filtro con poros lo suficientemente pequeños como para atrapar microorganismos (normalmente de 0,45 μm de diámetro). A continuación, el filtro se coloca en un medio de cultivo y se incuba, de forma similar al método de recuento de placas. Por lo tanto, la filtración por membrana se enfrenta a inconvenientes similares:

  • Largo proceso: La filtración por membrana puede llevar mucho tiempo, especialmente si se analizan grandes volúmenes de agua.


  • Propenso a errores: El proceso requiere un manejo meticuloso y puede ser sensible a las propiedades físicas y químicas de la muestra de agua, lo que podría inhibir el crecimiento microbiano. Además, cualquier microorganismo que esté presente pero que no sea cultivable no se detectará, lo que provocará posibles lagunas en el seguimiento y un posible crecimiento excesivo de peligrosas unidades formadoras de colonias.
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